miércoles, 18 de septiembre de 2013

I am a horrible person

 Los trenes salen por los andenes. Van saliendo inglesamente puntuales, plataforma 1, 2, 3, 4. El de la plataforma 3 me va a llevar a mi casa, que no es mi casa, porque además de casa quiero un hogar.
  Los postes hacen de puntos, dos postes son puntos A y B y éstos se intersectan por cables, muchos cables, cruzando ondas y señales para que te pueda hablar. Pero me parece que en tu hogar no hay electricidad, o no hay comunicación mediante cables.
  El punto es que acá estoy, cada día un poquito más vieja, cada día un poquito menos digna. 
  Hay muchos escritores que desfilan en mi escritorio. De vez en cuando me siento a tomar el té con Julio Cortázar, él sabe que me entiende cuando le hablo de vos. 
  Le hablo de nuestras muchas falencias, de que dejarse llevar por la marea puede que te haga terminar tratando de sobrevivir en mar abierto. 
  A Julio le gusta que le cuente sobre cómo mi corazón invirtió lo poco que le quedaba en hacerte feliz, y así revivirme, y cómo aceptó cheques sin fondo. 
  De vez en cuando chistaba.
  Me pide que le cuente una y otra vez cómo me distraía cuando me presentabas una pequeña maravilla. Como si de repente las tazas que pusiste sobre la mesa tuvieran patitas y empezaran a bailar.
  Él me entiende cuando le hablo sobre cómo vivo: Tengo alguna que otra página sin leer, algunos papeles que ordenar, muchos silencios que acomodar y tantas esperanzas que sofocar.  Pero sentada, viendo las paredes, quizá algún día te vuelva a ver cruzar por mi umbral. 
  Y en ese momento vas a ver el verde de mis ojos y te vas a dar cuenta  de que ese verde no es tanto un verde, sino un gris a medio pudrir.
  Pero de mi boca tachada  saldrían las mismas cosas. Las mismas quejas, rezongos, quizá algunas carcajadas más artificiales.
 Y espero que aún así, me quieras. 


O me empieces a querer.



[Octubre 2010]

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