miércoles, 20 de octubre de 2010

Basado en hechos reales, tan reales que sucedieron hoy.

"Él se quería ir, pero yo no quería que se fuera.
Quería encontrar excusas, quería hablarle sobre el clima, sobre cómo ahora hace calor se mire por donde se mire, sobre mi entrada para Paul McCartney. Pero más importante, quería hablarle preguntarle sobre él, y quería hablarle sobre mí. Quería hacerle saber que mi mundo gira a ritmos un tanto irregulares, que cuando yo le pedí que no me hablara más no quería decir exactamente eso, que la hora maldita siempre resulta ser las 6 de la mañana cuando me toca empezar el día y abunda el pesar.
Sólo quería que se quedara.
Pero no se quedó.
Y ahí estaba yo... casi a mi suerte, por las calles de Buenos Aires. Fuera de mí, entrando a una sucia y miserable estación de subte. Me sentí abandonada, no sabía cuántas veces ya me había sentido así. Y ya ves, uno no se acostumbra. Parecería que las defensas del cuerpo pueden combatir al virus una vez que éste ya ha ingresado una vez, los soldados que llevamos adentro no compran segundas falacias. Pero la psique no.
La psique termina estando sola en un subte rumbo a Palermo.
Y pasaron las estaciones...
En la estación 9 de Julio, deambulé un poco por el vagón. Sabía a donde tenía que ir en el subte, pero no sabía a donde tenía que ir conmigo misma.
En la estación Tribunales, escuché que un hombre decía entre risas "Mirá la cara de asustada de esa mina".
En la estación Callao me senté en el piso y rompí a llorar, lloré con todas mis fuerzas.
Y siguieron pasando. Pasó Facultad de Medicina, Pueyrredón, Agüero, Bulnes. Tenía que bajarme en Bulnes, pero no así, no en el piso y llorando. Seguí de largo. Pasó Scalabrini Ortiz... Plaza Italia... Palermo... Ministro Carranza... Olleros... José Hernández... Juramento... Congreso de Tucumán.
El vagón quedó vacío, y yo desamparada. Sola físicamente y sola en mi psique, sola en mi corazón. Como si la postal no fuera lo suficientemente encantadora, entró gente hablando por celulares, cuchicheando entre ellos, vendedores ambulantes y señores en traje y corbata. Y empezó de vuelta, pero para el otro lado. Congreso de Tucumán... Juramento... José Hernández... Olleros... Ministro Carranza... Palermo... Plaza Italia... Scalabrini Ortiz... Y Bulnes.
Me bajé.
Caminé un poco por las calles de mi Buenos Aires querido, que tantas veces amé y hoy era el laberinto de mi perdición.
Entré al restorán para pedir una hamburguesa. Por lo menos quería tener el estómago lleno.
Pero no podía parar de llorar. Lloraba porque no me quería, lloraba porque yo había sido buena, lloraba porque yo lo quería más que a nadie ni nada en el universo. Lloraba desamparada y lo mismo desesperada. El hombre, Mario, me ofreció tomar un trago que yo eligiera.
El mojito fue cortesía de la casa.
Y el siguiente, también. Y el que le siguió, también.
Y así salí, caminando, borracha. Yo nunca había bebido más de la cuenta, en 17 años nunca había perdido el control de la situación. De hecho, mi lengua no hace mucho se acostumbró al gusto del alcohol. Pero ahí estaba yo, sola, triste, desamparada, sin rumbo, borracha. Ahí estaba yo, cantando a puro pulmón, llorando con todo mi corazón.
Había sido sincera, había sido buena, había entregado todo lo que podía entregar. Y lo que no podía, cambiaba mis capacidades para poder entregarlo. Había sido buena. Tan buena había sido que terminé caminando casi sin poder pararme, tambaleandome, cantando una canción de los Hermans Hermits que dice "No milk today, my love is gone away".
Y sin amor, sin alegría, incluso sin dignidad. Sin. Si hubiera una palabra que me definiera con certeza, esa sería "sin". 
Por eso, señora, yo sé que lo único que querías de mí era una moneda, quizá algo para comer, sentada en la calle como estás. Pero no pude resistirme, y te cambié algo de mi plata por un poquito de tu compañía, y algo más de tu tiempo."

3 comentarios:

  1. La lìnea D, seguramente ese restorán era T.G.I. Friday. Nunca lo hice pero muchas veces que estuve mal me imaginé terminando hablando con algún completo desconocido, a veces el anonimato da una visión diferente de las cosas.

    Esta muy bueno lo que escribiste, voy a pasarme seguido!

    Saludos!

    B.C.

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  2. Muy buena idea empezar un blog. Es terapéutico. ¿Por qué? Porque te leen, y porque para escribir y que se entienda lo que decís, tenes que entenderte a vos misma. Todo un desafío. Mucha suerte, no lo dejes olvidado, y recordá que es un incentivo importante tener comentarios y decirle a la gente que tenés un blog. Si no, no se enteran, no entran, no comentan, y muere. (El mío estaría agonizando?:P)

    Y con respecto a la entrada, te creo pefectamente capaz de hablar con la mujer que te pedía la moneda. Por ahí su tiempo y su cortesía son la devolución a la ayuda de la viejita del subte, que ya no recuerdo como se llamaba.
    No analices consecuencias del despecho, atacá las causas...así se descubren las curas.

    Besote para ti nueva blogger:)

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  3. Espero q no haya sido por mi hno q terminaste así nena, porque YA lo estoy agarrando de los lopes y le digo q es un terrrrrrible gil por hacerse el difícil!!! Muerte a los hombres que se nos hacen los difíciles!!!!!! :@

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