lunes, 23 de abril de 2012

Surrender

Extiendo un brazo, pero no hacia adelante, si no hacia el lado. Extiendo el otro, tratando de abarcar más espacio, delimitando lo que serán los laterales de la muerte. Separo un poco las piernas, ambas piernas, que ya no corren más.
Cierro los ojos. Siento al mundo. Me marean las alturas, usureras que te hacen un préstamo de la sensación de volar, pero sin darte la emoción.
Me falta la emoción.
Respiro hondo. Mi última declaración de libertad, el último acto que me pertenece, puras acciones de mi aparato respiratorio que yo ordeno hacer. Mi último gesto autónomo, mi última constatación de que mis piernas sirven para sostenerme, y no sólo para estar adjuntadas a mi cuerpo.
Me pongo de espaldas al abismo.
Y salto hacia atrás.
No es morir. Es incluso peor.
Porque ahí estás, abajo, esperándome con esa sonrisa siniestra, malévola, con colmillos extra-crecidos, y esos ojos famélicos de mí, de todo lo bueno que habita en mi alma. No cambiaste nada, seguís teniendo los mismos planes maestros, seguís queriendo dar tu golpe de gracia directo hacia mi pecho.
Seguís siendo igual.
Con tu porte duro, brazos que no sirven para abrazar, brazos que sirven para simular que me abrazan mientras usan su fuerza para vaciarme de aire. Ese aire que respiré por última vez, antes de caer.
La misma lengua de fuego, las mismas manos tan largas, que sólo saben mentir.
Sonreís al verme caer hacia vos, que estás ahogado, hundido, escondido en unas aguas gélidas. Sos ese monstruo que habita en el fondo de los lagos grises de mis miedos. Y yo ya no tengo demasiado miedo.
I surrender.
Me rindo a vos, a pesar de todo el daño que causaste.
Quizá sólo así pueda vencerte.

No hay comentarios:

Publicar un comentario