jueves, 26 de abril de 2012

Thicker than water

Existe alguien que no importa cuánto llegue a odiar, siempre voy a amar.
Alguien que no importa cuántos desencuentros e insultos hayan fluído, siempre acudirá al primer llamado de auxilio. Y su auxilio viene fresco, nos vemos cara a cara sin pretenciones de "te ayudo en esta, porque así me debés una, y grande". La ayuda, el bote salva vidas viene implacable, contra viento y marea, imparable y sobre todo firme. Y cuando me subo a ese bote, nos vemos cara a cara con sonrisas. Estamos las dos subidas a ese bote, y nos acompañámos libremente con una musiquita de fondo.
El bote va hacia la costa, atravesando los huracanes y nubarrones que siempre me afectan a mí, pero parecen no poder volcar nuestra embarcación a pesar de que el agua intente y nos jure batalla.
Mientras tanto navegamos. Y reímos, lo que nos provoca cosquillas al alma. El viaje hacia la orilla transcurre, las olas nos mecen, y con cada una nos preguntamos algo y nos respondemos. Así es como nuestra conversación se vuelve libre, dándonos la idea de que a pesar de que nuestro pequeño barco de madera va a llegar a tierra firme, tenemos un viaje eterno para conocernos mientras nos damos una mano.
Somos viajeras.
Viajando desde las tempestades hasta la calma, con gracia y sin ninguna razón por la cual no deberíamos bajar la guardia.
Viajamos, reímos, sanamos, nos queremos, llegamos.


Existe alguien que no importa cuánto llegue a odiar, siempre voy a amar. Siempre va a venir a buscarme con su bote salva vidas.
Existe alguien que puede subirse siempre a mi bote salva vidas.
De hecho, existe alguien que de tanto amarla, nunca voy a odiar realmente.

Y ese alguien se llama Eliana.
Y es mi hermana.

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